Con esos versos que Miguel Hernández pareciera haberle dedicado hace más de medio siglo, Joan Manuel Serrat cumplió el lunes una nueva cita con León, en una velada donde fue arropado por el aplauso de más de mil 300 personas que colmaron el Teatro Manuel Doblado.
El cantautor catalán, con 67 años cumplidos en diciembre; una batalla ganada al cáncer e inconmensurables afectos ganados en todo el mundo en su andar de trovador, retornó tras un lustro a León para compartir su más reciente espectáculo: “Hijo de la Luz y la Sombra”.
Título también del más reciente disco del “noi del Poble-sec”, el concierto conmemora el centenario del natalicio del insigne poeta alicantino, a quien Serrat ya le hiciera un tributo previo en 1972, con el disco del que se desprenderían algunas de sus interpretaciones más célebres, como “Para la libertad” o “Menos tu vientre”.
El sexagenario carisma de viejo sabio del catalán y la calidez desbordante de su público, fueron los únicos rasgos en común entre esta velada y la que Joan Manuel Serrat ofreció en su última visita al Doblado, en febrero del 2006, dentro de la gira “100x100”.
Al contrario de aquella ocasión, en que sólo estuvo acompañado del pianista Ricardo Miralles, Serrat vino ahora en plan “rockstar”, con una banda de seis músicos, escenografía y pantallas de video.
Durante la primera parte de la velada, Serrat renunció casi por completo a sus proverbiales soliloquios y en cambio se dedicó a prestar su voz a Miguel Hernández, ya fuera en breves interludios de recitación, o entonando poemas musicalizados como “La palmera levantina”, “Las abarcas desiertas”, “Dale que dale” o la “Elegía”, que Hernández dedicó a su gran amigo y colega Ramón Sijé.
La apergaminada voz del catalán suplía con matices y sutilezas los virtuosismos de garganta.
Sus arrugas y canas le daban la credibilidad necesaria para volver convincente una sentencia como “Si me matan bueno, si vivo, mejor”; para conmover a las piedras con la enternecedora “Nanas de la cebolla” o para provocar el entusiasmo con “Para la libertad”.
El sexteto comandado por Ricardo Miralles, de magistral solvencia, tuvo su momento protagónico a la mitad de la velada, cuando Serrat hizo una pausa para cambiar la tesitura de la noche y cambiar de la poesía de Hernández a un periplo por sus éxitos, empezando por “Tarrés”, su travesura de doble identidad.
“Soy sinceramente tuyo”, “La bella y el metro” y “Princesa”, fueron caldeando poco a poco el ánimo, que se desbordó jubilosamente entre las butacas con melodías como “Mediterráneo”, “Disculpe el señor”, “Pueblo blanco” u “Hoy puede ser un gran día”, con que Serrat hizo su amago de despedida.
No se extinguiría, sin embargo, la velada hasta que volvió para contar una anécdota de su primera visita a Brasil, obsequiar “No hago otra cosa que pensar en ti” y poner a las mil 300 gargantas reunidas en el Doblado a corear “Cantares”.
Renueva espectáculo
Esta vez, el cantautor catalán vino acompañado de una banda de seis músicos, escenografía y pantallas de video, que fueron haciendo coro visual a sus canciones.
En su última visita, en 2006 dentro de la gira “100x100, sólo tuvo como compañero al pianista Ricardo Miralles.
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