jueves, 6 de enero de 2011

Poesía estremecedora

Con claridad rotunda, el escritor y poeta Augusto Casola, ha escrito el libro Ese pedazo de tierra mío. El volumen lleva el sello editorial Arandura.

Ya el título es un adelanto, un anticipo, de lo que el lector encontrará en las páginas. O sea, un pedazo del alma, o del espíritu, que marchó para siempre del poeta, a regiones incógnitas que la muerte nos tiene reservadas a todos los seres humanos.

En los versos, Casola nos cuenta su dolor. Pero el suyo es un dolor que choca contra la pared, contra el vacío, pues no encuentra respuestas ante la muerte del hijo que lo ha querido como tal vez él no pudo corresponder.

Un largo y sostenido mea culpa va tomando, como hiedra veloz, cada palabra, asfixiando todo el cuerpo poético.

No cabe una poesía de esperanza donde hay tanta desesperanza y polvo de huesos.

Se dice a sí mismo el autor del libro que no ha conocido a su hijo, que no le dio amor; se echa en cara, en fin, su condición de padre que no ha podido salvar aquellas distancias que a veces se alzan, innecesariamente, entre progenitor y descendiente.

Estos versos son un llanto público que escuchamos desde nuestra imposibilidad de remediar las cosas. Augusto Casola es un poeta, sobre todo un ser humano, que entiende las trampas, las ironías y los falsos acordes de una música carnavalesca salida del mundo.

Hubiera yo querido hacer algunas precisiones sobre la versificación y demás detalles poéticos, pero creo que esta obra no busca sino reparar en algo la falta de afecto cometida.

Es un libro para tomar con cuidado y echarse a pensar en la tragedia que a veces es la existencia.

El autor sabe que la vida continúa. Pero la continuación de la vida se le presenta como un cáliz que quisiera pasar de largo, pues la suma de los dolores es muy grande, muy penosa, muy fatídica.

Estamos ante versos que salen calientes desde la sangre misma, desde la herida que no cicatriza, desde el mareo ante un mundo que no cesa en su lenta descomposición.

Jamás he leído versos tan tristes.

Jamás me he encontrado ante tanta soledad.

Jamás he sentido tan de cerca esa respiración de bestia que tiene la muerte al llegar abruptamente a las puertas de un hogar, de una familia.

Es un horror saberse vivo cuando perdemos para siempre a la persona más amada.

Pero la vida tiene códigos amargos.

Y Franky ha partido del mundo, con una sonrisa.

Y no hay bien que se pueda entender tras una partida tan trágica y temprana.

http://www.poemas-del-alma.com/blog/resenas/poesia-estremecedora

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