jueves, 10 de marzo de 2011

Aquel poeta llamado Marcel

Marcel Proust estuvo perseguido por la poesía toda su vida (1871-1922).

Empezó en las letras con unos poemas infantiles escritos en los márgenes de los cuadernos escolares. Textos de una presunta cursilería de los que no quedó huella.





En la adolescencia siguió su voluntad de seguir hurgando en el misterio poético con textos que aparecieron en revistas de escasa difusión y que tenían la sonoridad opiácea aprendida en los simbolistas de la galaxia de Verlaine.

Uno de los retratos más célebres de Marcel Proust, realizado en 1892. | E. M.

Por entonces, para el joven Marcel había dos dioses verdaderos: Baudelaire y Mallarmé, pero ninguno dejó rastro en sus poemas inflamados. Él iba por otras trochas: ensimismado, frágil, sentimental.

Y así lo reconocemos ahora en los 11 inéditos en España que el traductor Mauro Armiño recupera para el próximo número de la revista 'Turia', a la venta el próximo 21 de marzo.

Aquí está el rostro menos explorado del autor de 'A la busca del tiempo perdido', una de las obras fundamentales de la literatura. Pero, sin duda, su más constante militancia.

Siempre le acompañó la poesía. Incluso cuando se abandonó a la frivolidad de los salones de París, donde se entregó a las estrofas de burla, ironía, elogio, ponderación, imitaciones, pastiches de poetas amigos, expresión de afectos...
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/cultura/1299617304.html